miércoles, 20 de junio de 2012

Una mujer tras la Cortina de Hierro

Tras la Cortina de Hierro habrán mujeres hermosas, sublimes, misteriosas, pensaba Pablo, un madrileño empeñado en no caer en algún vericueto en el camino hacia la felicidad. El Ballet Ruso que venía a Madrid cada año traía vírgenes de olimpos lejanos, cada vez distintas. Pablo siempre estaba en primera fila y no solo en Madrid, sino en Barcelona, Paris, Roma o Londres, a donde iba tras las guapas bailarinas.
Así que paralelo a la carrera de ciencias económicas, Pablo se dedicó a estudiar ruso por su cuenta, con el esmero y vigor de los buenos estudiantes, todo para casarse con una rusa. Una misteriosa mujer que el destino ya le habría asignado y que, incluso, lo estaría viendo por algún agujero de la infranqueable frontera entre el occidente y el imperio socialista.
Cuando la Cortina de Hierro se abrió, solita, sin la temida hecatombe mundial, cientos y miles de rusas, hermosas, sublimes, misteriosas, como la mujer de sus sueños, invadieron Europa. Ex reinas de ópera, mezzosopranos nostálgicas, lingüistas e ingenieras vagaban por todas partes en busca del sueño de occidente y ya se podían comprar en las agencias matrimoniales.
Pablo organizó unas bodas magnificas y se casó con una ecuatoriana.

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